lunes, 17 de agosto de 2009

COMIENDO FUERA DE CASA…


El hotel Lanata era famoso por su selecta carta de comidas y bebidas francesas, escritas en cursiva y con ilustraciones coloreadas a mano. Allí concurrían los personajes más pudientes de la época.
Pero no era solamente la clase pudiente la que se atiborraba. En los barrios proliferaban los fondines y las casas de comida barata donde personas de otros medios económicos -hombres solos, generalmente- podían pasarse mediodías y tardes hasta salir hipando.
El doctor Juan Carlos Patrón en su libro Goes y el viejo café Vaccaro, nos cuenta de una fonda que funcionó en su barrio un cuarto de siglo antes de llegar al 1900 y recuerda claramente sus ofrecimientos. "La Fonda del Caballito fue la primera que se instaló en la Plaza de las Carretas, allá por 1875. Estaba en Isidoro de María, cerca de Goes. Su dueño, el italiano Miguel Bassiadone acompañado por un mozo paisano suyo servía el siguiente menú al que acompañaban sus correspondientes precios.
Fiambre, longaniza napolitana, un vintén.
Sopa, sin queso, gratis.
Sopa, con queso, dos cobres.
Puchero de gallina, carne y toda clase de verduras, seis vintenes.
Fruta de estación, a la buena fe del cliente. Obsequio de la casa. No abusar.
Es importante aclarar que un vintén equivalía a dos centésimos de peso y dos cobres a un centésimo.


Extraído de “Los uruguayísimos rituales del comer” – recopilación de César Di Candia.

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